A los 96 años, falleció en Italia el artista, diseñador y pensador argentino Tomás Maldonado. Tal vez, la noticia de su desaparición termine eclipsada por el fallecimiento simultáneo de Bernardo Bertolucci, el director de “El último tango en París”. Sin embargo, la importancia de Maldonado en el diseño y el arte argentinos seguirá brillando eternamente.
Maldonado nació el 25 de abril de 1922 en Buenos Aires, se formó en la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón, y ya siendo de estudiante se vinculó a la vanguardia. Junto con otros jóvenes artistas com Alfredo Hlito, Claudio Girola y Jorge Brito, publicó un manifiesto contra los "filisteos" y "vanguardistas indignos" que avalaban los premios del Salón Nacional.
Ex profesor de la mítica escuela de diseño y arquitectura de Ulm, el académico argentino del diseño más famoso del mundo, Maldonado
se convirtió en leyenda antes de su muerte. Su historia es la de un
artista plástico tan vanguardista como marginal en un país perdido del Tercer Mundo
que se convirtió en un teórico del diseño de fama internacional.
Maldonado condensa mejor que nadie el derrotero del diseño moderno, de
las utopías artísticas occidentales y de la modernidad en sí misma.
Premiado. Tomás Maldonado con Eduardo Naso, Hugo Kogan,
Enrique Avogadro, Adriana Rosemberg, Anabella Rondina y Miki
Friedenbach, cuando fue distinguido como Personalidad Destacada de la
Ciudad de Buenos Aires en 2013.
Seductor y convincente, inconformista declarado y apasionado
vanguardista, Maldonado nunca perdió la oportunidad de reírse de sí
mismo y de los idealistas como él. “Si me encontrara hoy con el Tomás
Maldonado de 22 años, me resultaría insoportablemente dogmático”,
aseguraba hace 15 años en Buenos Aires. Al mismo tiempo, confesaba que la Asociación Arte Concreto-Invención
(fundada por él en los 40) quería cambiar el mundo. “Creíamos que
podíamos poner al capitalismo en dificultades, llevarlo al colapso”.
Artista. Las obras de Tomás Maldonado exhibidas por última vez en Proa.
Maldonado sabía cautivar a su público, acuñaba frases ingeniosas sin
cesar como: “Las utopías están bien a condición de que no se concreten”,
o “la Escuela de Ulm, como la Bauhaus, fueron posibles porque los alemanes estaban distraídos”.
Tomás Maldonado. El diseñador pasó por Buenos Aires en
2007 para inauguarar el Centro de Diseño del Conocimiento que lleva su
nombre en el Polo Tecnológico de Palermo. (Foto: Emiliana Miguelez).
En el período artístico heroico de la década del 40 en Buenos Aires, el manifiesto del Arte Concreto
que él redactó con otros creadores declaraba pomposamente: “Toca el fin
de la representación”. Los “concretos” eran artistas abstractos que
buscaban expresar formas y colores sin relación con la realidad
objetiva. Iconoclastas radicales en un país conservador y figurativo.
Exposición. Muestra de Tomas Maldonado en el Museo Nacional de Bellas Artes. (Fotos: Emiliana Miguelez).
Resistidas en el medio local, las creaciones de estos vanguardistas
sincronizaron a la perfección con las tendencias en la arquitectura, la
gráfica y el diseño industrial inauguradas por la Bauhaus, 20 años antes. Por esa razón, no es de extrañar que Tomás Maldonado
deviniera en maestro de diseño, cumpliendo una metamorfosis personal e
intelectual poco habitual en un plástico. En 1954, el arquitecto alemán Max Bill lo invita a ser profesor de la Escuela Superior de Diseño de Ulm, y la parábola de su historia profesional comienza a cerrarse.
Artista. Las obra de Tomás Maldonado exhibida por última vez en Proa.
Maldonado declaraba que la modernidad no fracasó, a
pesar de lo que decían los posmodernos y los conservadores gatopardistas
que siempre se mantienen agazapados. Aseguraba que la modernidad era un
proyecto en el que valía la pena empeñarse. Fustigaba a las falsas
modernizaciones que servían de instrumento para la globalización.
“Existe la tentación de creer que el pasaje del arte concreto al diseño
industrial, la arquitectura y las preocupaciones por el
medio ambiente se reduzcan a una contaminación de formas y no es así”.
El maestro apuntaba a una modernidad desvinculada de los formalismos,
que consistiera más que nada en una actitud innovadora al afrontar los
problemas proyectuales y en la preocupación por explorar la relación de
la producción con el arte, el diseño y la arquitectura.
Estructura ascendente (1949). Obra de Tomás Maldonado exhibida por última vez en Proa.
Eterno vanguardista, aún en sus últimos años, arengaba a abrazar el futuro. Instaba a los jóvenes a mantener una vigilancia crítica
sobre la expresión artística, social y política. “No crean en las cosas
que les cuentan, ni siquiera las que yo cuento. No se dejen contar
historias”.
Pintura. Exhibicion arte del Río de la Plata obras de Tomas Maldonado 1946.
El Maldonado eterno, el que sobrevive a su desaparición física,
siempre invitará a formular preguntas. Mientras la revolucionaria
producción artística del Maldonado del “concretismo” se
convirtió en pieza de museo, poco y mal conocida, el pensamiento del
Maldonado filósofo de la modernidad, educador del diseño moderno,
todavía suena como una utopía auspiciosa. La voz de su espíritu crítico todavía sueña con cambiar el mundo.
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